Esta mañana he salido a pasear y me he encontrado a una antigua compañera de facultad. Tenía buena cara y parecía feliz y tranquila.
- Chica, ¡tú por aquí! - le he dicho -.
- Sí, paseando. Sin planes inmediatos.
- Eso está muy bien. ¿Qué te cuentas? Te veo bien.
- Sí, sí. Estoy contenta porque he superado un extraño síndrome de Estocolmo.
- ¿Ah si? ¿Quién te secuestró?
- Llevaba un tiempo atrapada por el trabajo, mis jefes y mis compañeros de curro. Pero ayer lo dejé y me siento mejor. Durante meses he tenido la sensación que nunca podría salir de allí, me sentía en deuda con ellos por haberme dado el trabajo.
- Ya...
- Me costó mucho tomar la decisión porque sentía que mi vida, mi libertad, dependía de ellos. Es una sensación un poco heavy y rara. Llegué a pensar que me habían secuestrado, sin darme cuenta, y yo me sentía medio satisfecha medio agobiada en el cautiverio.
- A mi me pasó algo parecido... pero me puse enfermo y ya no volví nunca más a la oficina. Pero tu tienes muy buena cara, ¡me alegro de verte tan bien!
- La procesión va por dentro, Jonas.
- No me sueltes frases chungas y vamos a tomar unas birras.
- Vale...
miércoles, 13 de febrero de 2008
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